Música Vista

¡Que embajada!

Crónica de un concierto en Milán

¡Que embajada!

¡Que embajada! / DM

Juan José Company Orell

Juan José Company Orell

Hay algunos por ahí que se gastan lo que no está en los escritos en maquilladas embajadas, que suelen dejar en sus lugares de destino escasa o ninguna huella; otros no precisan de gastos superfluos ni de tanta pompa y circunstancia, entre otras cosas porque les, nos, basta con mandar lo mejorcito que se halla en cartera.

Afortunadamente tal cosa suele suceder de tanto en cuanto; el pasado día 14 de mayo, presencié unos de esos «de tanto en cuentos» y no pude más que sentirme un privilegiado al darme el gustazo de sentir, más que presenciar, gozar más que escuchar, la labor de nuestra embajada musical que nunca defrauda. En el auditórium del viejo caserón que alberga el Conservatorio Giuseppe Verdi, justo a la vera de la Basílica de Santa María de la Passione de la capital Lombarda, cuyas paredes, pasillo y patios parecen transpirar música de forma constante; orgullo y disfrute fueron los sentimientos que mejor podrían definir mis sensaciones de la velada ante la soberbia actuación de los profesores de nuestra Simfònica; los músicos en una plenaria y perfecta comunión con esa fuerza de la naturaleza que es y demuestra el maestro Mielgo en sus directrices; cuantos mega bites de música hay en esa ecuación.

Con esos ingredientes y en aquel especial refectorio se anunciaba un menú nada manco y con un buen recetario, ¿qué podía salir mal? Chapí como entrante y su Tambor de Granaderos, consiguió calentar los ánimos de los asistentes; luego llegó Don Manuel, y con él se nos llevó a dar un delicioso paseo de Noche por Los Jardines de España; el mismo Falla nos colocó sobre el mantel como plato principal un correctísimo Sombrero de Tres Picos; y aquel maridaje no podía más que acabar en esponsales y que mejor que la guinda envuelta en la partitura de Gerónimo Giménez y su Boda de Luis Alonso a modo de postre musical. Nuestros cónsules en tierras del Milanesado vencieron y convencieron, terminando por levantar a la lombarda audiencia de sus asientos, gentes cuya capacidad de juicio en cuanto a valorar la música, sus cualidades y calidades nadie debiera discutir. Bastaría terminar éste insuficiente comentario con un castizo «ahí queda eso». Por mi parte, orgullo, emoción y sentimiento de pertenencia.

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